jueves, 26 de julio de 2012

Mierda su ley.

Como la de tantos y tantos, mi sangre hierve a cada noticia que leo o escucho: cuando veo a una pija de mierda, hija de mafioso, mofarse de los parados desde su escaño; cuando nos son arrebatados nuestros derechos a puñados; cuando el gobierno, xenófobo y fascista, decide que hay enfermos a los que debido a su lugar de nacimiento hay que dejarlos morir; cuando faltan los medios para luchar contra los incendios que arrasan todo a su paso, mientras las calles están plagadas de matones con porra; o cuando llevados por su fanatismo religioso, privan a las mujeres de decidir sobre su propio cuerpo. Los ejemplos por desgracia son muchísimos, ya existen muchos blogs y páginas en las que personas mejor informadas y que se saben explicar con mayor claridad que yo, nos ponen al corriente de lo que está sucediendo, dejando cada día más claro que no es una crisis, es un golpe de estado. Por eso voy a ir a un caso acontecido en otro tiempo y en otro lugar, pero que viene muy bien para comprender como funcionan las cabezas de los políticos y como utilizan la ley para justificar cualquier crimen: el caso de Alan Turing.

Alan Turing fue un matemático, filósofo y criptógrafo inglés, nacido en 1912 en Londres. El excéntrico e introvertido Turig destacó desde niño como un genio en matemáticas, y se le considera el padre de la informática y la inteligencia artificial. Tras estallar la segunda guerra mundial se le reclutó como criptógrafo, y consiguió descifrar los hasta entonces inviolables códigos de Enigma, la maquina con que los nazis ocultaban sus mensajes secretos, contribuyendo a acelerar el final de la segunda guerra mundial.

Máquina Enigma

Pero de poco le sirvieron todos estos méritos a Alan Turing cuando en 1952 cayó en desgracia. El matemático acudió a denunciar que su piso había sido desvalijado por su amante, y al ser en aquel entonces la homosexualidad ilegal en Reino Unido, se le imputaron los mismos cargos que se le imputasen a otro genio, Oscar Wilde, medio siglo atrás: "indecencia grave y perversión sexual". Turig se negó a mostrarse arrepentido de su homosexualidad y tras darle a elegir entre la cárcel y la castración química a través de estrógenos, eligió la segunda opción. Su cuerpo cambió; engordo, le crecieron los pechos; también cambió su vida, despedido de su trabajo en la universidad y humillado públicamente; y lo que quizá fuese peor para él, su mente también cambió, pues las hormonas le impedían pensar con claridad. Dos años después del juicio, Alan no pudo soportarlo más y rindiendo un homenaje a su película favorita: "Blancanieves y los Siete Enanitos", mordió una manzana impregnada con cianuro.

Pese a lo grave e indignante que es que una persona sea juzgada, condenada, castrada, torturada y finalmente forzada a quitarse la vida por su opción sexual, tal vez alguien tenga la tentación de pensar que estas cosas ya no pasan,  puesto que la que la homosexualidad ya no es ilegal en Gran Bretaña (lo sigue siendo en muchos países). Pues no, para el parlamento y el gobierno ingleses las preferencias de una persona a la hora de elegir pareja siguen siendo un problema. Hace unos meses, al cumplirse los cien años del nacimiento del padre de la informática, una iniciativa popular llevó al parlamento una propuesta para indultar al padre de la informática y que se le reconociese como héroe nacional por su crucial papel en la derrota del nazismo. Pero esta propuesta fue rechazada, porque según las palabras de Tom McNally, ministro de justicia inglés : "Turing debía saber que estaba cometiendo un delito contra la ley establecida en su tiempo". Esto nos muestra la manera de pensar de esta gentuza, que antepone las leyes hechas por ellos mismos o por los de su casta, a cualquier consideración de justicia y humanidad, al más mínimo respeto hacia las personas y la vida. Pues por mi pueden comerse todas sus leyes, a ver si se atragantan.

Alan Turing

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